Control de capas

Narrativa espacial

Diseñamos un recorrido de campo integrado por colonias representativas de los diferentes tipos de poblamiento. Al realizarlo pudimos corroborar información previamente trabajada y en algunos casos se logró enmendarla o completarla.. Se tomaron fotografías de estas colonias para tener un registro visual y a dar cuenta de sus condiciones actuales. Este se complementó con fotografías recabadas de fuentes y acervos digitales.

Otro elemento que usamos para enriquecer nuestra comprensión de estos tipos de poblamiento, fue la realización de entrevistas para captar fragmentos de la historia oral los sitios.. De este modo fue que obtuvimos datos, hechos peculiares y muchas referencias bibliográficas que no se encuentran comúnmente en las fuentes oficiales o en obras relativas a la historia del espacio habitacional de Azcapotzalco.

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La Villa de Azcapotzalco (Ciudad central)

La Villa de Azcapotzalco resulta sui generis por una conjunción de factores: , su peculiar traza urbana, que conserva vestigios superpuestos de lo que fue la ciudad ancestral tepaneca, la ciudad colonial instalada por los conquistadores en 1528, la ciudad comercial marcada por las obras de infraestructura de la modernidad porfirista, los servicios públicos y funciones administrativas heredadas de la ciudad industrial y las actuales tensiones que sufren los sectores populares por prevalecer frente a los mecanismos de desplazamiento y el encarecimiento de la vida bajo la fase neoliberal de la ciudad.

La Villa se convirtió en el centro de la demarcación formalmente a mediados de los años cincuenta del siglo pasado. Para los años 80 la Villa tuvo un proceso de reestructuración espacial a partir de la renovación de los servicios y la introducción de una dinámica comercial impulsada por la instalación de la línea 7 del metro y la construcción de infraestructura vial relevante, como el Eje 3 Norte. Con ello llegarían diversas cadenas de comida y franquicias de tiendas comerciales, así como un número considerable de sucursales bancarias, entre otros servicios; lo que provocó que hoy por hoy dentro de la antigua Villa el uso de suelo comercial predomina sobre los usus habitacionales.

No obstante, el centro de Azcapotzalco se mantiene como un hábitat popular en disputa, pues diversas dado que fracciones de clases bajas y medias hacen cuanto pueden para no ser desplazadas de la Villa a cusa del aumento en los precios de la renta de vivienda. Este encarecimiento resulta de un proceso de renovación habitacional que se gestó al inicio de este siglo y persiste.

Pro Hogar (Colonia popular)

Este tipo de poblamiento se suscitó a partir del fraccionamiento de los terrenos provenientes del reparto agrario en la zona sureste de la demarcación a mediados de los años treinta del siglo pasado. Sobre estos terrenos se fue edificando el espacio industrial a través de la instalación de las primeras fábricas del Industrial Vallejo, al tiempo que se usaron para levantar las primeras colonias populares: Pro-Hogar en 1932 y Hierro y Acero (1933).

La colonia Pro Hogar fue promovida por asociaciones de colonos que se organizados con el fin de producir una zona habitacional para sus socios. La sociedad que da origen a esta colonia, adquirió terrenos de la hacienda San Antonio Tula. Esta modalidad de producción del espacio habitacional en Azcapotzalco se conoce como “colonias proletarias”. Modalidad característica de la época del cardenismo y cuya peculiaridad era que los mismos ocupantes organizados gestionaban el establecimiento del espacio habitacional. Puesto que la idea de “un hogar para cada trabajador” estaba presente como consigna entre los sectores populares, la demanda por la vivienda se convirtió en un objetivo social para el Estado y sería institucionalizada mediante una serie de políticas para fomentar la producción de colonias proletarias en la cual se entremezclaban el control político junto con la ganancia inmobiliaria.

En adición al anterior, el proceso de producción de la colonia popular incluyo otros mecanismos como la invasión de terrenos, el fraccionamiento ilegal y la disputa legal entre otros. Estos estos mecanismos se combinan y varían de acuerdo al proceso de consolidación del espacio producido. Así, a pesar de lo complejo y conflictivo que fue este proceso, los sectores populares en Azcapotzalco lograron hacerse de su propio espacio. Actualmente la mayoría de las viviendas dentro de las colonias populares han dejado de tener características precarias, pero siguen manteniendo una composición social entre sectores de la clase trabajadora industrial y asalariada que labora en actividades económicas relacionadas con los servicios.

Nueva Santa María (Residenciales medios)

Los zonas residenciales de nivel socioeconómico medio, aparecen en la década de los cuarenta del siglo pasado producto de la lotificación de los terrenos en el sureste de la demarcación. Sobre suelo de propiedad privada surgido de la fragmentación del rancho Camarones, durante el proceso de la Reforma Agraria, el mercado inmobiliario levantó una oferta habitacional orientada a capas medias y clases altas que tenían la posibilidad de adquirir una vivienda propia. Varios de estos sectores aumentaron su poder adquisitivo después de haber terminado la lucha revolucionaria y buscaban zonas habitacionales exclusivas acordes a su capacidad económica y posición política. Así, tanto militares de la élite dirigente como integrantes de la alta burocracia de la época llegaron a habitar estos nuevos espacios de la demarcación.

Con base en esas características, los residenciales medios se realizaron conforme al marco legal definido por la política urbana del entonces gobierno del Distrito Federal para la planeación y el control del desarrollo urbano de la capital. Esta política estaba orientada a la zonificación del espacio urbano a partir de un conjunto de normas estrictas de urbanización. Con ello, los agentes privados productores del espacio habitable, que en este caso eran empresas inmobiliarias, podían exigirles a las autoridades la implementación de obras de infraestructura y vialidades antes de iniciar la venta del fraccionamiento.

Una de las colonias producidas bajo ese esquema fue la Nueva Santa María. Se desarrolló en la primera mitad de los años 1940. Fue concebida como un tipo de comunidad suburbana autosuficiente alejada relativamente del centro de la Ciudad de México. La Nueva Santa María incorporó en su diseño una estructura vial jerarquizada y elementos como camellones en sus calles principales y un parque en su parte central –el Parque Revolución–, características que le confieren el carácter de excepcionales en el contexto de la delegación Azcapotzalco.

No obstante, ese elemento de distinción tiene una función específica dentro de los conflictos por el espacio que se configuran actualmente por preservar el carácter residencial, sumamente apreciado por los habitantes propietarios, frente a lo atractivo que son las áreas que rodean al parque central para el uso de suelo comercial, pues la Nueva Santa María se ha convertido en un polo de atracción para locales pequeños y medianos como restaurantes y cafeterías. Estas confrontación entre el uso habitacional y el comercial han resultado en un espacio urbano multifuncional. Por otro lado, la Nueva Santa María también contiene particularidades propias de las zonas centrales: elevada concentración de viviendas en arrendamiento, una alta movilidad en términos residenciales (¿qué significa “alta movilidad en términos residenciales? ¿alta movilidad de qué o quién?) y hogares pequeños.

La conformación de ese tipo de poblamiento distó del proceso que vivieron colonias populares que también fueron provistas por asociaciones de trabajadores como Pro-Hogar y Hierro y Acero. No obstante, la mayoría de los residenciales medios de Azcapotzalco se han transformado dado el conjunto de cambios sociales, políticos y económicos que han llevado a la disminución del nivel de ingreso de sus los habitantes, así como al arrendamiento y venta de viviendas dirigidas a los sectores populares.

Santa Bárbara (Pueblo conurbado)

Los pueblos originarios de Azcapotzalco mantienen vestigios de sus características ancestrales, debajo de transformaciones socio-espaciales superpuestas que dibujan un palimpsesto de formas urbanas. Tales transformaciones apuntan a un proceso de densificación y presentan indicios de los mecanismos de propiedad y control social-político preponderante en la época en que se suscitan.

Para entender dicho proceso de conurbación cabe recordar que los pueblos surgen como asentamientos tepanecas organizados bajo la forma fundamental del calpulli. Gran parte de estos asentamientos lograron sobrevivir a la conquista española y durante la época colonial fueron transformados en barrios con una forma y estructura espacial basada en una traza radial ordenada a partir de la iglesia y la plaza pública.

Es durante la segunda década del siglo pasado cuando se empieza a perfilar la base del tejido urbano de los pueblos dado el crecimiento de la Villa de Azcapotzalco, la implementación de la Reforma Agraria y la dotación de tierras ejidales a ocho pueblos originarios: Santiago Ahuixotla, San Juan Tlihuaca, San Pedro Xalpa, San Bartolo Cahualtongo, San Martín Xochináhuac, Santa Catarina, Cahualtongo de las Salinas y Santa Bárbara.

Pese a su peculiar formación espacial varios poblados como San Martín Xochinahuac, Las Salinas, Santiago Ahuizotla, San Pedro Xalpa, San juan Tlihuaca, Santa Catarina y Santa Bárbara terminaron incorporando espacios para la urbanización popular. Este hecho involucró una serie de transformaciones dentro de su organización social, así como en el conjunto de su vida comunitaria, ritual y religiosa, pues el proceso de integración al espacio urbano fue fue acompañada de la expansión de su composición socio-cultural asimilando a vecinos de los sectores populares que llegaron a habitar estos poblados llevando con ellos sus tradiciones y prácticas simbólicas. Como resultado, actualmente en estos pueblos conurbados se vive una cohesión socio-espacial sólida que responde ante cualquier amenaza externa, tal y como se vivió en el pueblo de Santa Bárbara cuando se intentó privatizar a la Alameda Norte y el Deportivo Reynosa.

A finales del año 2010 se publicó un tipo de “acuerdo” que cedía alrededor de 7 hectáreas pertenecientes a la Alameda Norte y al Deportivo Reynosa a una empresa privada para la construcción y administración de un centro de espectáculos de nombre Foro Azcapotzalco. Este convenio se suscribió bajo un sistema de cooperación público-privado que involucraba operaciones de remodelación y obras de mantenimiento. Así, los habitantes tendrían un renovado espacio público y esta empresa privada recuperaría su inversión mediante la gestión de este espacio tan sólo 25 días al año.

Pocos meses después de la publicación del acuerdo, los habitantes de Azcapotzalco se organizaron en contra de la evidente privatización de sus espacios públicos. Sus formas de manifestación iban desde intentar establecer un diálogo con el Jefe de Gobierno hasta el bloqueo de las principales avenidas de la demarcación a través de la instalación de campamentos. Esto provocó que el gobierno actuara reprimiendo, persiguiendo y arrestando a integrantes de esta organización popular. A pesar de ello, la victoria del movimiento Pueblos, Barrios y Colonias en defensa de Azcapotzalco se concretizó en junio de 2011 con la cancelación definitiva del proyecto.

Mientras se realizaba este conflicto, en terrenos de lo que fue el Rastro de Ferrería, ubicados a un lado de la Alameda Norte, se construía la Arena Ciudad de México. Este proyecto es un centro de espectáculos cuyos promotores eran de una filial de la misma empresa privada involucrada en el Foro. La misma activación popular que detuvo la privatización del Deportivo y de la Alameda Norte se reorganizó para detener las obras de la Arena, dado que, según argumentaban, este centro de espectáculos se encuentra en una zona predominante no habitacional rodeada de algunos pueblos conurbados y su edificación generaría problemas como el aumento del tránsito vehicular, un incremento en la densidad poblacional y el agotamiento de algunos servicios públicos como el agua potable. Pese a que no se logró cancelar el proyecto de la Arena Ciudad de México, los vecinos organizados continuaron las protestas muchos meses después de la inauguración del complejo.

A la luz lo anteriormente resalta la relevancia que tienen los pueblos conurbados en Azcapotzalco; no sólo como vestigios resquicios del antiguo orden espacial tepaneca, sino también porque han asimilado gran parte del espacio habitacional popular. Se trata de espacios ancestrales-populares que preservan parte de su forma y estructura, pese a la ofensiva de la modernidad capitalista dictada por criterios de rentabilidad. . En estos espacios se mantiene vivo un sentido de arraigo e identidad que se materializa dentro la dinámica de su vida ritual sincrética y en su organización social.

Unidad Habitacional El Rosario (Conjunto habitacional)

Los conjuntos habitacionales en México se han producido bajos tres modalidades. La primera, empleada en la Ciudad de México, se trata de conjuntos destinados a sectores de la población con bajos ingresos y para familias que se encontraban habitando asentamientos irregulares. La segunda forma corresponde, en su mayoría, a la vivienda financiada desde los dos grandes organismos públicos dedicados a esta labor: Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (INFONAVIT) y el Fondo de la Vivienda del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (FOVISSSTE). Desde los años de 1960 ambos fondos públicos han respondido a las necesidad de vivienda de los trabajadores formales derechohabientes de empresas privadas en el caso del primero y para empleados del sector público en el caso del segundo. Por último, la tercera de estas modalidades implica la construcción de conjuntos designados para clases medias y altas, con crédito brindado por el Estado y financiados por la banca privada.

De modo que la producción de este tipo de poblamiento en Azcapotzalco se dio a través de todas las modalidades que se pusieron en marcha de forma acelerada a principios de la década de los años sesenta. En aquel tiempo, la demarcación contaba con varias de las mejores reversas territoriales para urbanizar de la ciudad y eran terrenos que habían quedado como resquicios de la producción del espacio habitacional popular y del espacio industrial. La nueva etapa de la política habitacional del Estado mexicano se realizaría sobre estas reservas territoriales y ya no sería dirigida a la construcción de obras públicas para satisfacer las necesidades directas de la producción del espacio industrial, sino que ahora esta política estaría orientada a la edificación de instalaciones para el consumo, como centros de educación media y superior, parques recreativos, y de conjuntos habitacionales.

El proyecto arquitectónico ejecutivo de la Unidad El Rosario fue realizado por Legorreta Arquitectos. El diseño del conjunto y del equipamiento urbano que acompañaba al proyecto estuvo a cargo de algunas figuras de renombre de la arquitectura de la época como Pedro Ramírez Vázquez, Juan Sordo Magdaleno, Luis Sánchez Renero y Mario Schjetnan. El periodo de construcción de la obra fue de alrededor de 10 años, de 1973 hasta 1983, y su ejecución presentó diversos problemas. Uno de ellos tuvo que ver con la ubicación, pues El Rosario pertenece a un predio de 200 hectáreas que se encuentra localizado entre Azcapotzalco y el municipio de Tlalnepantla, en el Estado de México; esto presupone que se tuvo que lidiar con los procedimientos de dos entidades federativas diferentes casi al mismo tiempo.

La Unidad Habitacional El Rosario se planificó bajo dos ejes primordiales: 1) crear vivienda digna y dotar de un conjunto de elementos para que las familias de las y los trabajadores vivieran en óptimas condiciones que les permitiera desarrollar una mejor calidad de vida; y 2) reducir al mínimo los problemas sociales derivados por el levantamiento de algunos grupos o por el posible enfrentamiento entre ellos. Para lograr este control social la edificación de El Rosario se llevó acabo por etapas con el fin de integrar a sus habitantes de manera paulatina. De tal suerte que mediante la inclusión de varios niveles salariales dentro de un estrato social determinando las viviendas que se construyeron dentro de la primera etapa fueron destinadas para los sectores de mayores ingresos y así sucesivamente. Al mismo tiempo, la unidad tendría espacios de encuentro y de interacción social para mantener un mayor control sobre los habitantes y de esta manera evitar que la población se concentrara en una única plaza o zona comercial.

La construcción de El Rosario se llevó acabo en siete etapas, en las cuales se edificaron cinco tipos de habitación: unifamiliar, casa-tienda, dúplex, triplex y predio de cinco niveles, conformando más de 11 variantes de vivienda. Toda la unidad está integrada por un total de 17,263 viviendas, con una densidad promedio de 72 viviendas por hectárea; las cuales alojaron en un inicio a 120,000 personas con un promedio de 5.4 habitantes por vivienda. En cuanto al equipamiento de la unidad, El Rosario cuenta con doce escuelas primarias, tres jardines de niños, tres escuelas secundarias, un Colegio de Bachilleres, una guardería, siete centros sociales, salones para usos múltiples y demás servicios. En suma, este conjunto habitacional contiene el espacio construido necesario para replicar una ciudad cualquiera.

A pesar de que, con todo y sus contradicciones, estos espacios colectivizados se presentaron como otra posibilidad para que las clases trabajadoras y demás sectores populares pudieran resolver sus problemas de vivienda, en realidad estuvieron muy alejados de las necesidades de sus usuarios y tampoco alcanzaron a satisfacer por completo la totalidad de la demanda habitacional del momento. En este sentido, los conjuntos habitacionales no sustituyeron en lo absoluto a las otras formas de producción del espacio habitacional proletario y popular, pues desde siempre las colonias populares, los pueblos conurbados y la ciudad central han alojado a la mayor parte de la población de Azcapotzalco.

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